Pero resulta que a ningún nivel hay movimientos más allá que los de la pelea política, que los del "y tu más", que los de "mira lo que hizo el otro", que los de culpar a los demás para sacar réditos.
Vemos como siglas y más siglas se suman a las manifestaciones, o contra ellas, a las quejas, como las fotos de dirigentes de todo tipo salen apoyando, o rechazando, las movilizaciones, como los micrófonos son testigos de discursos que se repitan una y otra vez por parte de los mismos. Y al final los ciudadanos quedan relegados a un segundo plano porque las siglas están por delante de las causas, hasta tal punto que en muchos casos se desvirtúa hasta tal punto que se llega a acusar a los manifestantes de ser simples peones de intereses políticos.
Si, es cierto que esas siglas son, en muchos casos, las representantes de muchos ciudadanos que con su voto dan o quitan sillones para que su voz llegue a las altas instancias. Pero resulta que la voz que llega es la del partidismo, la del electoralismo, la del frentismo, la de los intereses por el poder, y rara vez la del pueblo que los ha puesto en ese lugar.
Y así sucede, más cuando se acercan algún tipo de elecciones, que el gobierno, y todo el estado se para, para sacar las siglas, políticas, sindicales, empresariales o de cualquier tipo, y arrimarse a cualquier movilización para que se vean esas banderolas, esos discursos electoralistas.
Unos se felicitan por un lado, otros por el otro, siempre es un éxito lo uno o lo otro. Mientras en el medio, los que no ven ningún éxito, porque las siglas no es interesan nada, solo quieren resultados.
Y esos resultados nunca llegarán con el partidismo o el electoralismo, y mucho menos con el frentismo. Llegarán con el consenso y con la política con mayúsculas. Y para eso son necesarios grandes acuerdos, pactos de estado al más alto nivel, donde las diferencias queden aparte y se preocupen de verdad de los problema del pueblo y no de los votos.
Así, deberían de acabar con tanta pantomima y empezar a reunirse todos los partidos, todos los agentes sociales, todos los responsables, y no salir si no hay acuerdos. Y nada de ruedas de prensa para tirarse los trastos, nada de publicidad, nada de abandonar si no le dan el caramelín a unos o a otros. Es el pueblo el que paga a todos esos estamentos, y la obligación de los representantes de los ciudadanos no es la de ir paseándose con sus siglas de una manifestación en otra, la de buscar la foto o el micrófono de turno, sino la de acabar con los agravios y defender los intereses de estado, escuchando las reclamaciones del pueblo. Da igual el tiempo que sea necesario, días, semanas, meses, lo importante es que se acabe con acuerdos de estado, para problemas de estado.
Aún a costa de cierta desinformación, casi estaría obligado la prohibición de comparecencia ante los medios hasta que no se llegase a acuerdos definitivos. Si se quieren tirar los trastos a la cabeza, que hagan entre ellos durante las reuniones, pero que no vengan vendiendo al pueblo soberano sus diferencias, lo que el pueblo necesita son soluciones, nada de publicidad partidista.
Pero claro, esto acabaría con las ansias por calentar sillones, acabaría con la publicidad de unas u otras siglas para ganar votos, acabaría con las fotos y entrevistas para sacar cualquier tipo de rédito.
En definitiva, acabaría haciendo trabajar a los que los españoles eligen y pagan, que en cualquier empresa estarían despedidos, o en clave deportiva, el entrenador sería cesado, pero parece que el la política, y otros estamentos, se pagan más por aparentar que por trabajar en muchos casos, y nadie es despedido o cesado.
Así que ¿es patriotismo vivir de la publicidad, para electoralismo o del partidismo? Parece ser que sí, no solo por quienes viven de ello, sino por los que los apoyan, que en definitiva, mal que nos pese, somos todos, con muy raras y extrañas excepciones. Quizá deberíamos de dar una vuelta de tuerca, un giro de 180º a una situación que se ha vuelto insostenible y donde la política se ha convertido más en un espectáculo publicitario, que en un sistema serio y razonable para levantar y hacer progresar en todos los aspecto el territorio que se gobierna.
No es cuestión de pedir dimisiones, a estas alturas no quedaría nadie en el congreso, senado, autonomías, diputaciones y la mayoría de los ayuntamientos, pero como eso de dimitir parece algo utópico, simplemente hay que exigir que dejen de posar pasa las cámaras, y hagan su trabajo, que por sueldo no será. Además, sus señorías por hacer su trabajo, no pierden ningún privilegio ni ven reducido su sueldo, no pierden ningún cargo, solamente tienen que entenderse por el bien del pueblo, que es lo que tanto promulgan.
Claro, unos dirán que con los de tal o cual sigla, con los de tal o cual color, con los de esa u otro ideología, no se pueden entender, no se pueden llegar a acuerdos, no se puede pactar nada. Pues si no son capaces de llegar a acuerdos, quizá no sean válidos para esos puestos, porque de eso se trata, no solo la política, sino el sindicalismo, y también la patronal. Claro, todo eso si esto es una democracia moderna, que a lo mejor no lo es, ni se quiere que se sea, entonces acabemos igualmente con la pantomima, algo que sería muy fácil para seguir como se está, jugando con el pueblo a base de menos preocupación por la realidad, mientras existan más fotos, más banderolas, más macromítines ante las cámaras.
Basta ya de publicidad y a trabajar, con grandes pactos, con consensos reales, y el fin del partidismo y del electoralismo manipulador y despreciable.
El pueblo tiene derecho a manifestarse libremente; el gobierno y todos los representantes tienen la obligación de atender al pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no para sus intereses partidistas, ni electoralistas.
Si, es cierto que esas siglas son, en muchos casos, las representantes de muchos ciudadanos que con su voto dan o quitan sillones para que su voz llegue a las altas instancias. Pero resulta que la voz que llega es la del partidismo, la del electoralismo, la del frentismo, la de los intereses por el poder, y rara vez la del pueblo que los ha puesto en ese lugar.
Y así sucede, más cuando se acercan algún tipo de elecciones, que el gobierno, y todo el estado se para, para sacar las siglas, políticas, sindicales, empresariales o de cualquier tipo, y arrimarse a cualquier movilización para que se vean esas banderolas, esos discursos electoralistas.
Unos se felicitan por un lado, otros por el otro, siempre es un éxito lo uno o lo otro. Mientras en el medio, los que no ven ningún éxito, porque las siglas no es interesan nada, solo quieren resultados.
Y esos resultados nunca llegarán con el partidismo o el electoralismo, y mucho menos con el frentismo. Llegarán con el consenso y con la política con mayúsculas. Y para eso son necesarios grandes acuerdos, pactos de estado al más alto nivel, donde las diferencias queden aparte y se preocupen de verdad de los problema del pueblo y no de los votos.
Así, deberían de acabar con tanta pantomima y empezar a reunirse todos los partidos, todos los agentes sociales, todos los responsables, y no salir si no hay acuerdos. Y nada de ruedas de prensa para tirarse los trastos, nada de publicidad, nada de abandonar si no le dan el caramelín a unos o a otros. Es el pueblo el que paga a todos esos estamentos, y la obligación de los representantes de los ciudadanos no es la de ir paseándose con sus siglas de una manifestación en otra, la de buscar la foto o el micrófono de turno, sino la de acabar con los agravios y defender los intereses de estado, escuchando las reclamaciones del pueblo. Da igual el tiempo que sea necesario, días, semanas, meses, lo importante es que se acabe con acuerdos de estado, para problemas de estado.
Aún a costa de cierta desinformación, casi estaría obligado la prohibición de comparecencia ante los medios hasta que no se llegase a acuerdos definitivos. Si se quieren tirar los trastos a la cabeza, que hagan entre ellos durante las reuniones, pero que no vengan vendiendo al pueblo soberano sus diferencias, lo que el pueblo necesita son soluciones, nada de publicidad partidista.
Pero claro, esto acabaría con las ansias por calentar sillones, acabaría con la publicidad de unas u otras siglas para ganar votos, acabaría con las fotos y entrevistas para sacar cualquier tipo de rédito.
En definitiva, acabaría haciendo trabajar a los que los españoles eligen y pagan, que en cualquier empresa estarían despedidos, o en clave deportiva, el entrenador sería cesado, pero parece que el la política, y otros estamentos, se pagan más por aparentar que por trabajar en muchos casos, y nadie es despedido o cesado.
Así que ¿es patriotismo vivir de la publicidad, para electoralismo o del partidismo? Parece ser que sí, no solo por quienes viven de ello, sino por los que los apoyan, que en definitiva, mal que nos pese, somos todos, con muy raras y extrañas excepciones. Quizá deberíamos de dar una vuelta de tuerca, un giro de 180º a una situación que se ha vuelto insostenible y donde la política se ha convertido más en un espectáculo publicitario, que en un sistema serio y razonable para levantar y hacer progresar en todos los aspecto el territorio que se gobierna.
No es cuestión de pedir dimisiones, a estas alturas no quedaría nadie en el congreso, senado, autonomías, diputaciones y la mayoría de los ayuntamientos, pero como eso de dimitir parece algo utópico, simplemente hay que exigir que dejen de posar pasa las cámaras, y hagan su trabajo, que por sueldo no será. Además, sus señorías por hacer su trabajo, no pierden ningún privilegio ni ven reducido su sueldo, no pierden ningún cargo, solamente tienen que entenderse por el bien del pueblo, que es lo que tanto promulgan.
Claro, unos dirán que con los de tal o cual sigla, con los de tal o cual color, con los de esa u otro ideología, no se pueden entender, no se pueden llegar a acuerdos, no se puede pactar nada. Pues si no son capaces de llegar a acuerdos, quizá no sean válidos para esos puestos, porque de eso se trata, no solo la política, sino el sindicalismo, y también la patronal. Claro, todo eso si esto es una democracia moderna, que a lo mejor no lo es, ni se quiere que se sea, entonces acabemos igualmente con la pantomima, algo que sería muy fácil para seguir como se está, jugando con el pueblo a base de menos preocupación por la realidad, mientras existan más fotos, más banderolas, más macromítines ante las cámaras.
Basta ya de publicidad y a trabajar, con grandes pactos, con consensos reales, y el fin del partidismo y del electoralismo manipulador y despreciable.
El pueblo tiene derecho a manifestarse libremente; el gobierno y todos los representantes tienen la obligación de atender al pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no para sus intereses partidistas, ni electoralistas.
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