El biocombustible, ese invento moderno que pretendía salvar algunos escollos del cambio climático, se está convirtiendo en un problema a nivel mundial.
Tal y como dice Jean Ziegler, relator de la ONU para la alimentación, el cultivo para la elaboración de biocombustible está convirtiéndose en un grave problema humanitario. Mientras crecen los cultivos para dedicarlos a este combustible, decrecen los dedicados a la alimentación; y lo peor es que las grandes empresas van a países del tercer mundo para dedicar el máximo terreno cultivable a estos productos, mientras impide el cultivo para la alimentación.
Además de eso, el alza en todo el mundo a costa de esa producción, unas veces justificada, pero la mayoría de las veces por simple especulación, está poniendo en peligro la economía de muchos países subdesarrollados que no van a poder comprar mas alimentos para su población.
El biocombustible a de ser solo una solución transitoria y hay que buscar otros medios.
Hay que empezar a exigir nuevos sistemas de producción de energía alternativos y nuevos productos que los puedan usar. La tecnología lo permite y las alternativas son viables a precios razonables. El problema es que las multinacionales quieren alargar su negocio a costa del hambre de millones de personas.
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