Según dan a conocer los medios, los delitos de odio han aumentado el primer semestre de este 2021 un 9.3%. Eso los contabilizados, porque como pasa con muchas estadísticas hay una gran mayoría no contabilizados que engrosarían esa lista enormemente.
A nadie se le escapa que el odio nos rodea desde hace tiempo. En distintos comentarios, escritos y artículos que he redactado desde hace mas de un año, llevo denunciando que el odio es parte de la forma de ser, actuar e incluso pensar de distintos colectivos con el peligroso fin de convertirse en su día a día.
El odio ha llegado a ser el desayuno de demasiada gente que se levanta por la mañana buscando cualquier excusa para enaltecer su rabia ante cualquier mínima expresión de desacuerdo con sus ideas. Un punto o una coma fuera de lugar es suficiente para expresar su odio y, lo mas peligroso, que una mayoría afín al sentimiento de odio, por la razón que sea, se sume y siga construyendo a su alrededor una sociedad basada en ese odio.
Ya no solo es culpa de los extremismos, tanto políticos como de cualquier otro sentido, sino que se a convertido igualmente en una forma de rechazo a los esos radicalismos, alimentando cada vez más el aborrecedor sentimiento. Incluso llega a ser un signo de empoderamiento, casi como supremacía ante los que no se posicionan firmemente contra tal o cual causa, colectivo o incluso persona en particular.
No es raro ver a las aves de rapiña que se recorren las redes sociales solo en busca de cualquier escrito, comentario o simples like, para encontrar lo que sea para expresar su rencor, animadversión, fobia, inquina, y cualquier sinónimo de odio, que día a día, incluso con frecuencia menor, con el solo objetivo de continuar expandiendo su odio.
No es extraño ver aquellos que dicen no leer, oír o ver ciertos medios, o seguir a ciertos personajes, porque no son de su cuerda, pero luego se dedican a expresar su antipatía sobre los mismos. Evidentemente leen, oyen y ven, porque «necesitan» expresar su odio, ya se a convertido en parte de su vida, y se ven obligados a que el resto del mundo lo sepa.
Muchos pensarán «yo no soy de esos», incluso dirán que conocen a otros que si lo son. Pero la realidad es que hay más de los que parece, muchas veces por rechazo a lo que puedan conocer, aunque otras vayan cayendo en las redes de los cercanos.
Está claro que el corsé de lo políticamente correcto, del tener que ir con cuidado con cada punto, coma, expresión, imagen o lo que pueda identificarnos con tantos y tantos colectivos, que muchas veces se ofenden, o mejor dicho, se muestran ofendidos por ese odio que se busca al milímetro, acaba condicionando demasiado a toda una sociedad, que lejos del vive y deja vivir, del simple, aunque quizá arcaico, pero muy locuaz «tranqui tronco», se busca hasta debajo del último grano de arena para odiar lo que sea.
Está claro que siempre habrá algo que cada individuo desprecie, por la razón que sea. Pero en vez de evitarlo, cada vez se busca mas encontrarlo para expresar su rechazo mas contundente. Vamos que el odio ya no se cultiva poco a poco, sino que se fabrica en serie a precio irrisorio para que cualquiera pueda acceder a él.
Hasta las causas supuestamente mas inofensivas, solidarias o humanitarias, se rodean de halos de odio, de tal forma que nadie está a salvo de esa peste, porque ha acabado convirtiéndose en el arma para conseguir lo que sea. Odio por encima de todo, de tal forma que ese odio se convierta en escudo contra lo que no es aceptable por la causa que sea. Ya no hablemos que el odio es un negocio del que viven cada vez más gente, no solo como presión ideológica, sino también la de muchos lobbies, de mayor o menor calado, que lo usan con herramienta habitual para salirse con la suya.
Entre todo eso, está la gente corriente, la de la calle, que mayoritariamente solo quería vivir tranquilamente, con lo que pueda y como pueda, sin odios más allá de lo habitual, pero sin extremismos peligrosos. Gente corriente que cada vez más acaba en manos de los odiadores profesionales, sectas repugnantes que solo buscan enfrentar a unos con otros, acabando con esos “indecisos” que no saben que odiar, porque no lo necesitan…
En fin, sigan odiando, sigan destruyendo, aunque sean de esos del «yo no soy de esos», por suerte todas las sociedades han pasado página ante todo tipos de episodios de odios. Eso sí, antes de seguir odiando hay que pensar el los que siempre caen por ese depreciable sentimiento, nunca deseados y muchas veces inocentes.
No hay preguntas, porque el odio no merece ni interrogantes, solo el destierro de cualquier sociedad que se considere moderna, solidaria y en paz, lo difícil es encontrar esa sociedad cuando unos quieren pisar a los otros y los otros quieten pisar a los unos, sin permitir que nadie pueda no estar ni a un lado ni al otro.
miércoles, 28 de julio de 2021
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