viernes, 2 de abril de 2021

Sobrepasar líneas rojas

Normalmente se habla de sobrepasar delgadas líneas rojas entre una postura u otras. Pero hay veces que las líneas no son tan delgadas, y lo de esta mañana ha sido una de esas.

Lo grave es que todo es fruto de un cumulo de despropósitos, que en un principio se consideraban graves, pero con el tiempo se han ido aceptando casi como una nueva normalidad política.

Insultos en las redes, escraches, acosos, incultos en los mismos parlamentos, incluso en el mismísimo Congresos de los Diputaos o en el Senado, acoso de políticos en mítines o simples paseos por la calle, pintadas en las sedes de los partidos y ahora llegan los atentados con artefactos explosivos ¿Qué será lo siguiente? ¿Cuándo parará está escalada de violencia?

Por desgracia no tiene visos de que se quiera poner freno, la política actual se basa cada vez más en atacar al contrario en vez de programas para convencer de las bondades propias, y los medios afines, por una u otra razón magnifican, cual diario sensacionalista, y se lo venden al público en general como la única forma de hacer política.

Esta mañana le ha tocado a los de un lado, pero como en ocasiones anteriores, puede acabar siendo otra “normalidad” y todos pueden ser tocados.

Por supuesto, todos han rechazado este ataque, como rechazaban los anteriores. Igualmente, se tiran piedras unos a otros como responsables de este clima de polarización y crispación. La realidad es que, si uno no quiere, dos no se pelean, y el tiempo ha demostrado que todos quieren pelea, porque han visto que es la estrategia mas rápida para rapiñar votos. El fanatismo y la polarización ha llegado a tal extremo que te posicionas o acabas aislado.

Repito, se ha sobrepasado una vez más una línea roja, demasiado gruesa, que de nuevo atenta contra la democracia y la libertad. Una gruesa línea que debería de ser incluso considerada como atentado terrorista. Pero entre la irresponsabilidad y la avaricia política, que lleva a la repugnancia cuando la pandemia se está llevando cientos de vidas diarias, y miles de contagiados semanales, unida al egoísmo de unos medios que, con todo el derecho a la información, deberían de tener el deber moral parar esta locura, tiene pocos visos de parar.

¿Acaso parará cuando la desgracia irremediable ya no permita mirar hacia atrás a alguien?

Me da igual el ámbito, el nivel, quien sea por un lado o por otro; todos son responsables de parar este ambiente de odio, sino llegará un momento que sea demasiado tarde.

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