sábado, 10 de noviembre de 2012

Hasta que no hay muertos no hay soluciones

Dos trágicos sucesos son el ejemplo claro de la pésima gestión y la permisividad de la corrupción que sufrimos los ciudadanos del estado español.
Han tenido que llevarse unas vidas por delante para que los gobernantes se pongan a trabajar, seguramente más por vergüenza que por iniciativa propia.

En un caso la avaricia de empresarios y políticos corruptos, junto a la dejadez de los responsables de cada una de las administraciones implicadas, han destapado una lista de espacios con graves defectos estructurales o de seguridad que han sido utilizados a pesar de conocer esos problemas. Solo con el único objetivo de recaudar cuanto más mejor sin gastar ni un céntimo en reparar las deficiencias, con lo que los empresarios del sector, y las administraciones pertinentes que daban los permisos, se embolsaban ingentes cantidades de dinero sin gastar en las reparaciones necesarias.

En el otro caso, una legislación injusta, incluso contra la normativa europea, y unos bancos que no tienen escrúpulos a la hora de solicitar dinero público para ser rescatados, pero tampoco en desahuciar a los que pagan esos impuestos aunque para ello dejen cientos de familias desamparadas. Una legislación que dudosamente cumple con el artículo 47 de la Constitución Española.

Uno y otro caso se reduce a lo mismo, la avaricia, el anteponer el dinero a todo, la corrupción y el chantaje. El mirar hacia otro lado mientras se pone la mano para recibir un billete encima de otro sin importar las consecuencias.
Pero sobre todo, en pretender limpiar la conciencia cuando ya es tarde. Como, por desgracia, suele suceder, hace falta que alguien pague con su vida para que algunos despierten de su letargo, o por lo menos se les caiga la cara de vergüenza para tomar alguna decisión. Lo grave es que será algo pasajero, y en cuanto puedan, en cuanto la gente se olvide, en cuanto tengan la oportunidad volverán a permitir estos desmanes, no vaya a ser que no puedan llenar el bolsillo tan rápido.
Porque, como es costumbre en esto que llamamos España, aquí nadie dimite, aquí nadie deja su cargo entonando el mea culpa. 
Y peor aún, a pesar de estos desastres, los responsables políticos seguirán buscando la confianza del pueblo, y el pueblo, con una memoria muy corta, seguirá dando esa confianza a los que por su dejadez han causado esas muertes. Volverá la corrupción de la mano de los mismos, volverán los lloros cuando haya muevas muertes y volverá la rueda a girar otra vez más con los mismos vicios, los mismos errores y los mismos parches.
¿Porque esa memoria tan corta nos lleva siempre a caer en la misma piedra? ¿Tan difícil es tomar otro camino si ya sabemos que el más corto está lleno de baches y trampas?

En fin, esta es la reflexión ante unos hechos muy graves, que por desgracia solo sirven para despertar momentáneamente algunas conciencias, pero que seguramente se olvidarán en cuanto sea necesario para llenar los bolsillos de banqueros sin escrúpulos, empresarios avariciosos y políticos corruptos.

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